En un tiempo lejano, del que casi nadie ha oído hablar, una chica bella y atractiva, delgada y de piel blanca, de gran bondad y simpatía, vivía con su familia en una pequeña cabaña de madera, situada en mitad de un frondoso bosque de Noruega, al lado de un gran lago helado. Era una chica joven de veinte años, que se dedicaba a ayudar a su padre en su oficio. Félix, que así se llamaba, trabajaba duramente y durante muchas horas como leñador, para después poder transportar la leña a los pueblos cercanos y venderla, ya que con la leña, las personas calentaban sus casas y cocinaban. Nuestra protagonista de la historia, Rosa, era una chica solitaria, de pocas palabras, sumisa, cuidadosa, perfeccionista… parte de su actitud, había sido esa, por la circunstancia de haber sido criada por su padre únicamente, ya que su madre falleció cuando dio a luz.
Mientras paseaba por el bosque tranquilamente, se le acercó Fran, el único vecino cercano que tenía y con el que había pasado muchos años de su infancia jugando. Eran buenos amigos, se ayudaban mutuamente y se divertían ya que tenían en común varias aficiones como por ejemplo la caza y la pesca. Un buen día, su relación comenzó a cambiar, se dieron cuenta de que ser amigos era poco para ellos, así que decidieron ser algo más. Cuando llevaban ya casi tres meses, Rosa decidió contárselo a su padre, el cual al enterarse se puso muy contento, ya que lo que más deseaba era que su hija se casara para que tuviera una vida mejor de la que él podía ofrecerle.
Pasado un año, decidieron casarse. La verdad que Rosa no pintaba demasiado, ya que quien organizaba todo eso era su padre, el cual le había dicho que debía casarse con Fran y cumplir con sus funciones como mujer. Debido a esta reacción, Rosa se encontraba algo preocupada y al mismo tiempo extrañada, porque no entendía como su padre, en aquellos asuntos era de esa manera un tanto… dominante.
Una vez casados, Rosa seguía dando el paseo de todos los días por el bosque, con la diferencia de que ya no iba con ningún amigo y de que ahora trabajaba como ama de casa y no como ayudante de leñador. Su marido, Fran, era algo soso, dedicaba demasiado tiempo a su trabajo como escritor y no le prestaba demasiada atención.
Una noche, Rosa salió al porche de su casa muy disgustada porque no le agradaba su vida ni su situación y por ello se echó a llorar. Cuando vio, que algo brillante y minúscula se le acercaba lentamente volando hacia ella, era un duende extraño, peludo, desgarbado, pero de cara simpática y graciosa. Ella había oído leyendas urbanas sobre los duendes, sobre que cambiaban la vida a las personas “elegidas” pero no creía que fuera cierto que existieran. Por un momento llegó a pensar que se estaba volviendo loca ya que oía diferentes voces en su cabeza, que no sabía de dónde habían salido… hasta que se dio cuenta de que aquel pequeño duende estaba hablando con ella de forma telepática.
El duende le hizo una proposición, que consistía en darle la oportunidad de cambiar de vida por completo, en otra época y con otras costumbres, también podría cambiar a las personas cercanas tanto físicamente como sicológicamente, eso sí, solo podría pedirle tres deseos. Rosa, algo pensativa, decidió arriesgarse y responder que sí que quería probar esa forma de vida. La vista se le comenzó a nublar, mientras la cabeza le daba vueltas. De repente despertó y apareció en una gran mansión rústica, con un amplio jardín i un pequeño lago artificial. Rosa comenzó a inspeccionar por todo aquel extraño lugar y el duende apareció de nuevo y le dijo que pidiera sus tres deseos. Ella, pensativa pidió que su padre, tuviera una mentalidad menos machista, otro de los deseos, fue pedir que su marido dejara de ser tan soso y fuera mucho más activo, y por último, pidió que ella consiguiera un trabajo como profesora de baile regional. Fue dicho y hecho, el duende en un abrir y cerrar de ojos se lo concedió, Rosa muy sorprendida, comprobó que todos sus deseos se cumplieron y entonces, cansada de aquel duende, que al parecer quería algo a cambio de los deseos, decidió pensar que hacer con él.
Una mañana de invierno, mientras la nieve caía y con una gran capa blanca cubría las copas de los árboles y las montañas, Rosa preparó una caliente y sabrosa sopa, donde echó una pócima para dormirlo. Este, calló al instante y Rosa, aprovechó para meterlo en un bote de cristal y lanzarlo al lago. De repente, el lago se heló ocultando en su fondo a aquel duende del que todos hablaban y del que tantas leyendas se contaban.
Y así es como la vida de una persona, puede cambiar del día a la noche.
Cristina Alonso Zapatera
Joaquín Candel Fuentes